viernes, 20 de febrero de 2009

Bitácoras de viaje: La rebelión del hombre, o simplemente Antofagasta.

En medio de todo esto, me recuerdo de mi sur lluvioso. Traigo a la memoria los olores, sabores, y por sobre todo, rememoro las historias de colonos que construyeron entre selvas un porvenir para la historia de la tierra que me heredaron.
Abro los ojos y veo donde me encuentro en el aquí y el ahora, y confieso que por un segundo me siento engañado. Y en este punto me conecto con mis tripas, y se me llena la vista y las manos de tinta.

Este espacio hasta hace poco desconocido tiene una particularidad rebelde, que es la que me interesa y destaco. Me conmueve su historia y la de sus hombres, que desafiando los deseos de dios o de miles de dioses abrieron vida en medio de una llaga inferida por dios a la tierra. La vida en medio de la muerte. La muerte observando incesantemente desde los todopoderosos cerros yermos. Esos mismos cerros recordando a cada instante la deuda insoslayable de la existencia a sus habitantes. Porque en Antofagasta la muerte es reina y señora y la vida es una golfa esclava que le baila y canta diariamente para que le perdone la vida.
Este espacio es de héroes olvidados que deambulan por las calles. Con las pieles tiznadas. Con los ojos perdidos. Con la angustia de la deprivación. Con el hambre de la droga, único alimento que les recuerda que un día tuvieron fuerza para abrir camino entre la muerte que los rodea. Ciudad de indigentes, ciudad ostentosa. Ciudad de mierda, ciudad de cobre.

Y en este punto vuelvo y ya no me siento tan engañado. Sigue siendo Chile. Yo del sur pobre construido en una llaga rodeada de vida, ellos de un norte rico sentenciados por la mirada omnipresente de la muerte.
Sigue siendo Chile, con la miseria durmiendo a los pies de la grandeza. Y ninguna de las dos se inmuta.