jueves, 22 de octubre de 2015

No es culpa de nadie

No es culpa de nadie que nos sigamos sintiendo solos. No es culpa de nadie que se nos desangren los recuerdos al atardecer, que abramos nuestros brazos esperando el abrazo que nunca vino y que no llegará. No es culpa de nadie ignorar los asuntos pendientes de la infancia. Mantenerlos inmóviles para no envenenar el aire cuando lanzamos una idea al viento. No es culpa de nadie. No es culpa de nadie que vomitemos las rabias que celebremos la irreverencia que nos conmuevan los miedos, salvo los nuestros. No es culpa de nadie, es culpa de alguien. De alguien. De alguien que habita en el centro del pecho de ese hombre que jamás llegaremos a ser por culpa de nadie.

viernes, 6 de febrero de 2015

La caída

Que malos versos brotan por estos días. La incertidumbre de la nada, ayer cálida morada, hoy abofetea la espera y la expectativa, tuerce la sonrisa y exilia el llanto. La pausa de mi altazor ha llegado a su fin. Se ha reanudado el descenso, la caída inconclusa abraza mis demonios. Y ellos danzan extasiados, se entremezclan y van por mi alma. Los fantasmas me fusilan. Las miradas me atraviesan. La carne se me encoje. Las manos me tiemblan. Un violín me desgarra las entrañas. La rabia me desnuda. Y los arreboles, los malditos arreboles, siguen esperando mi sangre hasta el fin de los días.

lunes, 2 de febrero de 2015

Hay y Ay Atardeceres

Hay atardeceres sangrantes, magnánimos, con más poesía que la mirada y media que me lanzaste justo antes de tu hasta luego definitivo. También los hay distorsionados, ebrios, completamente borrachos de los días que nunca vendrán a devolverme la hermosa nada que abrace algún día. Pero también hay de los que llamo los Ay! Atardeceres!. De esos tan vacíos y llenos de sin sentido, como los versos que anteceden a este pésimo remate de lo que pretendió convertirse en un poema.

miércoles, 28 de enero de 2015

A Usted

Otra vez lo mismo. Pero esta vez creía. Una vez más convertido en el fugaz paso de un sueño ajeno, que no pertenece a este cuerpo sino a otro. Sino a miles que están en su memoria. Otra vez sintiéndome muerto por no poderme elevar por sobre todos ellos. Aunque nada de ello importaría si se elevara junto al mío. Sus manos profetizan la muerte que vino a mi cuerpo y espíritu antes que la vida, antes de que pudiera resucitar para que me sintiera vivo. Pero siempre estuve muerto aunque sus manos me daban respiros que me acercaban al aire, a la luz inextinguible que irradia su sombra. Esa sombra que construyó antes de que pudiera verla, de la cual jamás seré parte ni en mis sueños. Y que me queda ahora si nada que exista lejos de su mano es posible en este escenario cotidiano. Si acaso la lejanía y sus minutos desata tormentas insoportables que solo puede mermar por otros pocos minutos este cigarrillo que se acaba y este café que se enfría junto a la esperanza de erizarle la vida y los ojos. Un día saldrá apurada señora y me dejará un beso compadecido. La esperaré en la tarde y no llegará. Me emborracharé y maldeciré su nombre sin ninguna vergüenza. Odiaré mi simpleza, mi falta de lo que usted quería. Romperé los vidrios, deformaré la casa. Pero ni con todo aquello y mucho más que aún ni siquiera puedo imaginar, volverá usted señora. Usted nunca ha estado acá, su cuerpo siempre ha estado al lado de otro cuerpo que ni siquiera la recuerda. Sepa usted que le amo con mi desgracia y todo a usted señora. Pero su cuerpo no me ama, solo su despecho y su ignorancia de la nada que habita en mí ser en este espacio del tiempo. Y sepa que aquí estaré hasta el último día soportable de su ausencia, haber si regresa a darme vida para que mi vida la lastime. Así que ahora póngase la ropa, su olor y su fantasma y lárguese de aquí señora, que la vida la espera a gritos como a todos los que, como usted, llevan la luz clavada al pecho. Deje solo mi oscuridad e intacta mi soledad, la que ya no será la misma si vive usted la vida.

martes, 22 de julio de 2014

Clave en monoverso para un hijo

Recordarme de nuevo en el eterno retorno. Transitar por cartografías ya recorridas. Elaborar los mismos duelos, enfrascarse en el mismo frasco. De vaso en vaso, de resaca en resaca. La mirada transita los paisajes de las pesadillas vivientes. Maldito de nuevo en la pluma: el síntoma por excelencia. Maldito de amaneceres dolientes y anocheceres violentos. No sabré donde se termina, pero se dónde se empieza. Duele todo en el barco de siempre, el de las velas a la deriva. Miro desde la escotilla, y la sal del mar pide con hambre mis venas. Rehuyo y pienso. Lanzo una carcajada y evito. Miro tus ojos de futuro y resisto. No sé como empezar a explicarte, pero se cómo termina. Silencio.

sábado, 22 de marzo de 2014

Los Ejércitos Vencidos

Los ejércitos vencidos ya no retornarán a casa. Los paraliza la inmóvil brisa del canto de los futuros que no llegaron. Se entremezclaron, se bendijeron, se infirieron un disparo en el centro de las certezas. Levantaron la copa pero no bebieron. Los arreboles que sangran en mi ventana, vienen a recordar pasados días de gloria. El viejo y barato reloj de la pared se mezcla con el silencio observante. El tiempo avanza sin tregua camarada. Los ejércitos se burlan de mi cuando les pido preparase a la batalla.

sábado, 6 de julio de 2013

Despedida

Llevó tu nostalgia infinita, que a larga se nos va convirtiendo en costumbre. Al final nadie la ve. Llevo ese poder del silencio y esa soberbia genuina, esa dureza que no engaña a nadie, ese temor a quedarme solo. Eso de no llorar ante nadie, eso de ironizar ante todo. Te debería haber escrito en perfecta métrica y con una copa de vino en la mano. Debería haber revisado la puntuación, la ortografía y la rima. Y después de todo aquello, debería haber hecho estos versos de nuevo. Nunca he aprendido a rimar los recuerdos.