Una tripa loca,
infrahumana,
que habita ermitaña cerca del pecho,
que está mala gestada por el paso del tiempo,
vino a susurrarme una herida esta noche plutónica.
Me dijo al oído con triste ironía:
“El amor es esperarlo todo.
No recibir nada de lo que esperas.
Y aun así seguir amando
hasta que la sangre haga rechinar las tripas”.
Y yo como siempre fui contestatario
puse en juego toda mi estrategia.
Le invite a mi mejor botella de vino
y comencé a contarle sobre tus ojos,
sobre las erupciones,
los temporales de viento.
Le conté de las canciones,
de los versos,
de los sueños rejuvenecidos,
de las revoluciones a carne viva.
A la segunda copa estaba tan borracha,
que no fue capaz de un solo contra argumento.